Català | Castellano | English | Français | Deutsch | Italiano | Galego | Esperanto
En aquest lloc «web» trobareu propostes per fer front a problemes econòmics que esdevenen en tots els estats del món: manca d'informació sobre el mercat, suborns, corrupció, misèria, carències pressupostàries, abús de poder, etc.
Portada | ¿Quiénes somos? | Enlaces | Agenda | Actividades realizadas | Lista de correo | Contactos-e-mail | Blog

Nuevos apartados:

Los «Cien pasos de una vía de humanidad» de Lluís Maria Xirinacs.
Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.

Al servicio de este pueblo.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.

Diario de un senador.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

Publicaciones:

Mundo alternativo.
Lluís Maria Xirinacs.

Pequeña historia de la moneda.
Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.

El capitalismo comunitario.
Agustí Chalaux de Subirà.

Un instrumento para construir la paz.
Agustí Chalaux de Subirà.

Leyendas semíticas sobre la banca.
Agustí Chalaux de Subirà.

Ensayo sobre Moneda, Mercado y Sociedad.
Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.

El poder del dinero.
Martí Olivella.

Introducción al Sistema General.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.

Capítulo 6. La imparable abstracción. El poder del dinero. Índice. El poder del dinero. Capítulo 8. Impunidad y desorden. El poder del dinero.

Capítulo 7. El reino de las tinieblas.

Las características de las diversas variantes de monedas históricas (metalistas) son: anonimato, uniformidad y movilidad.

El anonimato del metal-moneda o del papel moneda (no informa sobre quién compra o vende) permite realizar todo tipo de actividades monetarias sin que quede ningún rastro personalizador y responsabilizador. La uniformidad de estos instrumentos monetarios es casi total -salvo el número de unidades monetarias que representa cada uno- ya que no aportan ninguna indicación respecto a los detalles particulares de cada intercambio: no nos dicen nada de qué, ni cómo, ni cuándo, ni dónde se ha realizado una compraventa. Impiden, pues, cualquier intento de análisis preciso de la compleja y fluida realidad mercantil. La movilidad de este tipo de moneda (sirve en multitud de intercambios durante un tiempo indefinido) imposibilita fijar cada acto de compraventa y, por lo tanto, impide la agregación parcial o total de sus valores.

Sería interesante, como recurso literario para describir una sociedad, relatar la historia de un billete de banco. Supongamos que quedasen grabados en él los lugares por donde ha pasado, quién lo ha hecho servir y para hacer qué. Una historia apasionante que cada uno con su imaginación puede intentar, una historia llena de sorpresas. Pero, si en lugar de intentar pasar un buen rato, recurriendo a la ficción, el interesado fuese un economista, le gustaría saber qué han hecho, no uno sino todos los billetes. ¡Oh, sería fantástico!. Podría conocer los flujos monetarios de la economía real, de la economía financiera y de la economía sumergida! y esto de forma directa, sin tener que crear índices y dar confianza a las declaraciones, los unos y las otras, parciales, cuando no manipulados. Si en lugar de un economista se tratase de un juez se volvería loco porque podría contrastar las declaraciones del acusado con la historia real registrada o contada por los billetes que han intervenido en el homicidio, en el soborno o en el robo.

Pues ésta es una de las frustraciones de nuestra civilización: que los billetes ni registran nada ni hablan. No dejan huella y son mudos. El economista y el juez han de convertirse en novelistas, les guste o no. Han de recomponer historias reales con documentos parciales o falsos. La falta de pruebas absuelve, así, tanto a los acusados como a los que los juzgan dejando a los perjudicados en la más completa indefensión. Todos ellos sumergidos en el reino de las tinieblas, de la oscuridad, de la falta de transparencia. Todos pasan a ser responsables ante «Dios y la Historia». Los políticos que prometen y no cumplen; los economistas que pronostican una y otra vez, y casi nunca aciertan; los jueces que han de absolver a un convicto por falta de pruebas formales...

Estamos tan habituados a convivir con el dinero, a amarlo y a odiarlo, que posiblemente pocas veces hayamos mirado un billete de banco con el detenimiento suficiente para ver sus características más allá de su función práctica de pagar o ahorrar. Hagámoslo, pues, al menos, una vez. Tomemos uno, poco importa la cantidad.

Tenemos un papel especial. Unas caras o dibujos resaltan y otras, invisibles, se ofrecen sólo a quien las mira a contraluz. Para acabar cifras, varias cifras.

Todos los billetes de igual cantidad son prácticamente iguales entre sí. Ser propietario depende de la estricta posesión física. Si los perdemos, o nos los roban, perdemos todo derecho sobre ellos. Son anónimos.

Cuando hago un pago el billete no dice nada. Siempre calla. No deja rastro. Siempre corre. Pasa de mano en mano, constantemente. O queda arrinconado por los siglos bajo un colchón o en una caja fuerte.

La circulación monetaria es, por definición, el reino de las tinieblas. Nadie sabe, ni puede saber nada, ni para bien ni para mal. Ni para equilibrar la economía ni para perseguir al asesino.Y quien diga lo contrario ya sea ministro, banquero o gobernador del banco central engaña y miente. Y en el reino de las tinieblas, de la oscuridad, todo es posible, todo permanece impune.

Los magos del dinero.

Déjenme que les explique una historieta de cuando todavía mil pesetas tenían cierta importancia.

«Un ingeniero de caminos llega a un pequeño pueblecito, para estudiar sobre el terreno el proyecto de una carretera. Se dirige a la única fonda, donde almuerza. Después llama al dueño y le da mil pesetas»:

«- es posible que tenga que quedarme un par de días, resérveme una habitación. Cuando regrese por la noche ya se lo confirmaré. Mientras tanto aquí tiene mil pesetas y ya pasaremos cuentas».

«El dueño corrió a la cocina para hablar con su mujer. Con aquellas mil pesetas pudieron pagar al carnicero, al que debían esta cantidad. Éste, cuando las recibió, se apresuró a liquidar una deuda con el carpintero; éste con el herrero y como que la mujer del herrero debía mil pesetas al apotecario, por los remedios suministrados cuando sus hijos tuvieron la escarlatina y el marido un flemón, encontró que la ocasión de pagar los medicamentos había llegado y así lo hizo».

«El farmacéutico, al recibir el dinero, cerró un rato la tienda y se acercó a la fonda a satisfacer una deuda pendiente del banquete que les sirvieron cuando se casó la hija».

«Con todo esto pasaron las horas y regresó el ingeniero»:

«-Mire, como que la carretera no pasará por el pueblo, según hemos acordado con las autoridades locales, he decidido volver a la capital hoy mismo. Así pues, cóbreme el almuerzo de las mil pesetas que dejé a cuenta y disculpe las molestias».

«Cuando el ingeniero se hubo marchado, el dueño comentó a su mujer»:

«-¡Qué suerte hemos tenido de que el farmacéutico nos pagase la deuda, porque no sé cómo nos las habríamos apañado1!».

Este relato nos introduce en el tema de la creación de dinero al que ya hemos hecho referencia. Este es un tema crucial y muy poco conocido.

Casi todo el mundo reconoce que, actualmente, el sistema bancario es, de hecho, el auténtico creador de los medios de pago, es decir, de moneda. Se pueden encontrar diversas formas de explicar los sistemas de creación de dinero en casi todos los manuales de economía2. De una atenta lectura podemos extraer las siguientes conclusiones:

La «creación de dinero» tiene dos fases:

En un primer momento, el banco central emite monedas y billetes que constituyen el medio legal de pago y, al mismo tiempo, genera recursos concediendo créditos al sistema bancario.

En una segunda fase los bancos crean depósitos (cuentas corrientes = unidades monetarias) como resultado de la expansión del crédito (de conceder créditos sobre los recursos ajenos).

Expliquémoslo mejor. Después de un largo proceso en que las reservas de oro han dejado de tener relación con la moneda que se emite, actualmente la moneda legal tiene dos instrumentos: los billetes y las piezas metálicas, que fabrica cada Estado y que son aceptados por confianza del público y por el apoyo oficial que reciben. Pero, curiosamente, el conjunto de billetes y piezas metálicas sólo representa, en muchos estados, alrededor de un 10% de la moneda que se utiliza. La moneda restante es creada por los bancos (sistema bancario) y funciona a base de cheques y de anotaciones en cuentas corrientes. Veámoslo en un sencillo ejemplo.

Supongamos que una persona ingresa en su cuenta corriente una cantidad de pesetas en billetes.

El banco sabe, por experiencia, que esta cantidad no acostumbra a ser retirada de una vez y, por lo tanto, puede poner una parte de esta cantidad a disposición de un cliente que solicita un crédito.

El crédito se concede bajo la forma de ingreso contable (anotación de una cantidad) en una cuenta corriente. El beneficiario del crédito lo usará para pagar sus deudas o para hacer frente a gastos.

Las personas que cobren del beneficiario ingresarán, posiblemente, una parte del dinero en el banco. (De momento no importa si es el mismo u otro banco). Lo que interesa ver es que se ha creado un nuevo depósito a partir de un nuevo ingreso.

Este segundo depósito permitirá dar un nuevo crédito. Y así se puede ir repitiendo el proceso hasta un cierto límite. Es decir, un ingreso en cuenta corriente (a la vista) es el origen de un crédito que genera al mismo tiempo un nuevo ingreso y esto sin que el primer ingreso deje de estar disponible al cliente. Así la expansión del crédito aumenta el volumen de moneda a disposición de los consumidores y de las empresas. (Para quien desee ver un ejemplo concreto, léase el anexo: Ejemplos de invención bancaria de dinero).

En cambio, las cuentas a plazo (dinero prestado al banco durante unos cuantos meses o años), no permiten la expansión del crédito. El titular de la cuenta a plazo se compromete a no usar la cantidad ingresada durante un cierto tiempo. Mientras dura este plazo, el banco prestará la cantidad a quien solicite un préstamo. El banco, en este caso, actúa como intermediario: recoge ahorro y lo convierte en inversión-capital. Ésta es, según los bancos, su tarea y es la que la mayoría de la gente cree que hacen: el negocio del banco es el margen entre los intereses que cobran y los intereses que pagan.

La creación de medios de pago no puede ser arbitraria sin provocar graves problemas en el mercado, ya que el desequilibrio entre el sector real (producción y consumo) y el sector monetario de la economía hace que haya inflación o deflación monetarias.

En un mercado en crecimiento son necesarios, evidentemente, nuevos medios de pago para hacer frente a nuevas inversiones, nueva producción y nuevo consumo. El problema es acertar el volumen exacto de dinero que es preciso inventar. Pero este volumen exacto es muy difícil de conocer en la actualidad, ya que cada Estado y cada banco persigue maximizar su beneficio, y los controles de las autoridades monetarias no pueden ser totalmente eficaces sin conocer realmente los datos exactos que se han de equilibrar, esto es, valor de la producción y dinero activo para su adquisición. Cómo puede ser que «nadie sepa exactamente cuántos miles de millones de billetes -dólares- lleva impresos la Reserva Federal, su número es una cifra esotérica sólo conocida por algunos sacerdotes de la Banca3».

El sistema bancario: juez y parte.

Hemos intentado acercarnos a uno de los núcleos del sistema económico buscando pistas sobre cómo se crea dinero. Pero la siguiente pregunta es igualmente clave: ¿quién se apropia del dinero inventado?.

Parece que el dinero inventado se distribuye entre los clientes. Pero debemos fijarnos en que el banco cobra unos intereses elevados y prácticamente no paga, ya que está dando crédito con un dinero inventado. Hasta hace poco (y todavía hoy en muchos casos) se remuneraba el ingreso inicial y los saldos de las cuentas corrientes pero a un nivel muy bajo (por ejemplo 1%) en relación a los intereses de los créditos (por ejemplo 17 %).

Pero, además, el banco dispone de una importante masa de maniobra -que no es suya- pero que la disfruta a bajo coste. En definitiva, lo importante del dinero, más que tenerlo, es poder utilizarlo. El banco y los banqueros pueden obtener autocrédito con condiciones muy buenas; pueden favorecer o bloquear determinadas operaciones financieras, especulativas, bursátiles, inversoras...políticas, electorales, culturales... En la medida en que los créditos industriales acostumbran a adjudicarse a los poseedores de patrimonio, favorecen a los propietarios y discriminan a quienes, teniendo buenos proyectos, no tienen nada que hipotecar. Otro beneficiario del aumento del crédito es el banco central. Éste obliga a los bancos a ingresar un porcentaje de los depósitos en su caja sin que prácticamente lo retribuya. Los estados, cuando recurren al banco central para cubrir el déficit público, lo que están haciendo es inventar dinero que, en la medida que no corresponda a un incremento real de la producción, beneficiará a unos ciudadanos -los que reciban este dinero del Estado- en detrimento de los demás, que se verán perjudicados por la inflación.

La mayoría de los libros de introducción a la economía explican, con más o menos detalles, estos procesos. Lo que sorprende de todos ellos es que no hagan comentarios sobre la eficacia y la legitimidad de este sistema bancario de creación de dinero.

En cuanto a la eficacia, la creación de dinero bancario tiene una grave contradicción interna. Por un lado, los bancos intentan crear el máximo de depósitos porque sobre cada nuevo crédito perciben elevados intereses. Y recordemos que, en cambio, el banco casi no retribuye a las cuentas corrientes a la vista, que son el origen. Aquí se da un fenómeno importantísimo por sus repercusiones económicas y sociales. Resulta imposible que los bancos persigan al mismo tiempo el máximo beneficio y el equilibrio económico global. Las autoridades monetarias disponen de un conjunto de mecanismos que intentan frenar el crecimiento de la oferta monetaria y de los multiplicadores cuando el crecimiento de la masa monetaria crea inflación. Pero al ser mecanismos indirectos (aumento de la cantidad de reservas obligatorias, aumento del tipo de interés básico y emisión de bonos del Tesoro) los efectos no son del todo previsibles y, además, afectan a otras variables económicas importantes (inversión, paro...) que no siempre permiten suficiente libertad de acción.

En cuanto a la legitimidad de la creación bancaria de dinero, es un problema que, en general, no se plantea. ¿Por qué la sociedad ha de considerar positivo que, sobre el ahorro común de toda la población, unas cuantas empresas puedan inventar y usar dinero sin que el conjunto de los impositores sean retribuidos proporcionalmente? ¿Por qué dejar en manos de intereses particulares una tarea que tiene unos efectos «económicos» comunes importantísimos, no siempre equilibradores?. Se produce aquí un fenómeno de hiperexplotación muy sutil que no es tan sólo de una clase (capital) sobre otra (trabajo) sino que es de unas pocas personas sobre el conjunto de la sociedad. (El tema ya se ha planteado en el capítulo 2).

Esta sutil explotación, como todas, da poder. Un poder, en este caso, muy especial, que se expresa de muchas maneras y, de entre ellas, hay una que resulta estratégica para la sociedad: el sistema bancario es el responsable de gran parte de la financiación del sistema electoral, es decir, de proveer fondos a los partidos y candidaturas para las elecciones sin otro criterio que el de la «confianza» en alguna opción. Curiosamente, la explicación y cuestionamiento de la legitimidad de estos mecanismos de creación y apropiación de dinero por parte del sistema bancario no acostumbran a aparecer ni en los libros de los economistas ni, aún menos, en los programas electorales.

De hecho, es muy difícil sacar el agua clara sobre el impacto de estos mecanismos en la realidad. A falta de un sistema monetario transparente, la mayoría de posiciones quedan enfrentadas por opiniones y matizaciones diversas. Veamos aquí algunas de ellas.

«Los banqueros, absolutamente todos los banqueros, son los verdaderos creadores de dinero en la actualidad.

Ellos lo saben, pero en forma abstracta: desde hace treinta años la mayoría de economistas han explicado esta realidad; pero, en la práctica diaria, la cosa es tan difusa que los banqueros no la ven clara. Son como el mago sin malicia que sacase conejos de su sombrero y no recordase haberlos puesto...

Los bancos crean dinero igual que los seres humanos piensan: no es necesario quererlo.

Cuando el banquero analiza su balance, constata que existe cierto equilibrio entre los depósitos y los créditos. Pero sabe perfectamente que dichos depósitos no le pertenecen. Si exceptúa los recursos propios del banco... verá, por una parte, unos créditos a sus deudores y, por otra, unas deudas a sus depositantes. Si compara dos balances sucesivos, comprobará que los depósitos y los créditos han aumentado en una cierta cantidad. Esto es todo. El dinero que haya podido crear no puede ser aislado en su balance. El dinero de nueva creación no se diferencia en nada del antiguo, que continúa circulando. Los depósitos se mezclan indisociablemente unos con otros. El conejo no sale del sombrero hasta el momento en que se reúnen todos los balances de todos los bancos en una estadística total: entonces se ve claramente que la cantidad de dinero en circulación ha aumentado... ¿Dónde está el misterio?.

Estriba en el hecho de que el dinero que circula en la actualidad es una deuda...circulante contraída por establecimientos especiales4».

«Si decimos a cualquier banquero de la cadena que ha «creado» dinero protestará enérgicamente. Los créditos que él concedió, insistirá, estaban apoyados en un exceso de reservas tan grande como el mismo crédito5».

«Los banqueros tienen toda la razón cuando dicen que ellos nunca prestan ni un céntimo más de los que tienen. El dinero no se crea en el proceso de préstamo porque un banco deje más dinero del que tiene. El dinero se crea porque generalmente vosotros y yo nos pagamos mutuamente con cheques que nos dan derecho sobre los bancos de los demás. No se crearía dinero si hiciésemos efectivos todos los cheques que recibimos. Pero no lo hacemos así. Depositamos los cheques en nuestras cuentas corrientes y, al hacerlo, damos a nuestros bancos más reservas de las que necesitan para garantizar los depósitos que tienen. Estos nuevos excesos de reserva hacen que nuestro banco pueda prestar o invertir y, por lo tanto, hacen posible que alguien abra otras cuentas corrientes que vuelvan a generar nuevos excesos de reserva».

«Esto puede dar un poco de miedo. ¿Quiere esto decir que la nueva oferta monetaria se expande indefinidamente a partir de un solo depósito nuevo? ¿No sería esto extremadamente peligroso?».

«Naturalmente, esto sería muy peligroso, pero es imposible que suceda. Después de haber entendido bien cómo un aumento original de depósitos hace aumentar la oferta monetaria, tenemos que entender igualmente bien qué es lo que hace que la expansión permanezca dentro de los límites». (Sobre las razones que exponen los autores por las cuales creen que no se sobrepasan los límites, ver el anexo).

Toda esta compleja argumentación es de una casuística brutal. ¿Cómo puede ser que un mecanismo tan importante, estratégico y poderoso sea tan poco transparente y tan poco exacto; y se deje en manos de los intereses a corto plazo de los bancos?.

La complicación no se acaba aquí, porque aunque en «teoría» el banco central dice que dispone de mecanismos de control, en la práctica no siempre son efectivos. Además, se debe resaltar que hoy existen multitud de formas de «moneda», a parte del papel moneda y del dinero bancario que ya no pueden ser controladas por el banco central. «No hay una línea de demarcación clara, en el seno del conjunto de la liquidez, entre lo que es moneda y lo que no lo es. Sea cual sea la definición que se seleccione para la moneda, esta definición estará envuelta por una miríada de instrumentos, más o menos líquidos, que pueden servirle de sustitutos6».

Para intentar poner las bases de la política monetaria no solamente se han de tener en cuenta los billetes y monedas, los depósitos a la vista, los depósitos de ahorro, los depósitos a plazo... sino también los Activos en Manos del Público (ALP) que incluyen una inmensa familia de casi-dinero incontrolable, de papeles que se hacen servir como si fuesen dinero: deuda pública, primas, cesiones temporales, pagarés de empresa... ¡Estos ALP en 15 años en España se han multiplicado casi el 1.400%!.

«Es fácil deducir, de todas las consideraciones anteriores, que no puede existir un control eficaz sobre la invención de dinero.

El resultado inmediato de esta situación es que cada banco, dentro de los condicionamientos más o menos estrechos que le impone el banco central, actúa según sus propias conveniencias. Y no existe una articulación efectiva a nivel de conjunto que permita diseñar estrategias globales para todo el mercado. Las necesidades se atienden empírica y parcialmente, nunca en función de las necesidades del conjunto sino, casi siempre, en favor de los sectores privilegiados de la sociedad7».

En los sótanos.

Hasta aquí hemos tratado el proceso legal de creación de dinero, fruto de la interacción entre emisión del banco central, expansión del crédito de los bancos y uso de cheques y cuentas corrientes de los clientes.

¿No seríamos ingenuos si creyésemos que todo este proceso legal es el único proceso real de invención de dinero? Existe una sensibilidad creciente en el sentido de que el fraude es cada vez más difícil, que las leyes son más duras, que las inspecciones son insobornables. Pero si esto fuera cierto, ¿cómo se explica que el mismo Gobierno español reconozca que en 1989 hay cerca de 9 billones de dinero negro (que representa casi un tercio del Producto Interior Bruto8)?. Y no hace falta ir tan lejos. ¿Cuántas empresas tienen doble (o triple) contabilidad?. ¿Y los bancos son, en este ambiente general, una excepción?.

Siempre podemos decir que esto sólo pasa en estas latitudes por la falta de eficacia de los burócratas. pero que, por ejemplo, en los EUA todo esto es imposible. Para quien tenga dudas debe leer el último libro-encuesta de Vance Packard (1989) sobre los ultraricos americanos. «En realidad, los más ricos fijan, ellos mismos, el montante de sus contribuciones. Como explica un consejero fiscal de la región de Washington, especializado en fortunas establecidas: «Mis clientes deciden la cantidad que quieren pagar al gobierno, y nosotros hacemos lo que haga falta para que sea ésta la cifra». «Nosotros no pagamos impuestos. Sólo los pagan los pequeños -dice la multimillonaria Leona Helmsley». «Conozco personas que son cinco veces más ricas que yo y que alardean de no haber pagado nunca impuestos -confirma M. Sol Price, con una fortuna valorada en 200 millones de dólares9».

Maurice Allais.De forma semejante, a nivel macroeconómico no encontramos partidas claras que sean la creación bancaria de dinero anual ni indicadores de su relación con los depósitos en efectivo realizados. Todo se hace complicado y difícil de calcular para cualquier ciudadano e incluso para cualquier economista que no sea un especialista. Uno de los pocos economistas que dan una importancia fundamental a la creación de dinero es Maurice Allais, Premio Nobel de Economía en 1988: propone que se «devuelva al Estado, es decir, a la colectividad, los ingresos correspondientes a la creación monetaria».«Las rentas de la creación de moneda irían directamente al Estado que podría, así, disminuir los impuestos. La mayor parte, sino la totalidad, del impuesto progresivo sobre la renta podría suprimirse10».

Además, el sistema bancario es de hecho un encubridor del juego sucio: el dinero negro (de la economía sumergida), el dinero rojo (de la droga), el dinero sucio (del mundo delictivo) es blanqueado por los bancos. Bajo el secreto bancario se oculta de todo. El caso más claro, pero no el único, es el del blanqueo de dinero rojo generado por el comercio de la droga.

François Mitterrand.«Toda la gran banca de los Estados Unidos ha reconocido haber violado la Ley de Reserva Federal como sistema para blanquear el dinero de la mafia, recaudado en los sectores que ingresan a diario grandes cantidades de dinero efectivo». «El delegado del Gobierno para el Plan Nacional Contra la Droga reconoce que hasta ahora es un misterio cómo se mueve en España el dinero de la droga. Tampoco se sabe con exactitud qué apoyos financieros utilizan los narcotraficantes. Sin embargo, sí sabemos que los beneficios obtenidos en España y otros países son transferidos, después de ser blanqueados, a la red de paraísos fiscales del sistema bancario internacional». El propio Mitterrand ha dicho que «Los bancos que han reciclado dinero del narcotráfico merecerían sanciones radicales, puesto que en este terreno hay que actuar sin piedad. Esta cuestión justifica que se autoricen las investigaciones necesarias sobre el origen del dinero de la banca en todo el mundo11».

«Los «malos» son los paraísos fiscales. Lo que no se dice es que la mayoría de bancos mundiales tienen oficinas en ellos12». «Desgraciadamente, no conocemos estudios en los que se establezca el porcentaje de los créditos que fueron malgastados por las élites de los países del Tercer Mundo y que en la mayoría de los casos encontraban un discreto refugio en los bancos de los países industrializados a través de sus paraísos fiscales».«Los países industrializados no acostumbran a recordar que son sus bancos los primeros beneficiados por estas fugas, de forma semejante a lo que sucede con el «blanqueo» de dinero negro procedente del tráfico de drogas13».

En definitiva, tras la brillantez de los mármoles, la seguridad del acero, las contabilidades impecables, la honestidad indiscutible de las personas... se esconde una arma sutil que sólo conoce y domina una pequeña minoría de personas muy bien situadas que, en la medida en que sólo velan por sus intereses, no sólo ponen en peligro los equilibrios generales y pueden perjudicar al conjunto sino que, tarde o temprano, como con un bumerang, pueden perjudicarse a sí mismas.


Notas:

1Busquets, Esteve, Només seixanta duros, «El 9 Nou», 27 de octubre de 1989.
2Bricall, Josep Maria (1979), Introducció a l´Economia, Editorial Ariel, Barcelona, 1980; Lipsey, Richard G. (1963), Introducción a la Economía Positiva, Vicens Universidad, Barcelona, 1985; Lorente, Miguel A., Banca y Mercado Monetario, Banco de Vizcaya, Bilbao, 1978.
3La crisis que viene, «Más Allá», número 19.
4Lavrillère, Jacques, La industria de los banqueros, A. Redondo Editor, Barcelona, 1969, páginas 87-89.
5Heilbroner, Robert L., y Thrurow, Lester C. (1982), Introducció a l'economia, Editorial Empúries, Barcelona, 1985, página 298.
6Grau, Magdalena, Moneda telemàtica i estratègia de mercat, Centre d'Estudis Joan Bardina, Barcelona, 1985, (citando a Lord Kaldor).
7Íd., página 69.
8Dinero negro: lo único que sobra en España, «La Mañana», 7 de mayo de 1988.
9Packard, Vance, Les ultra riches, Acropole, París, 1990.
10Hay que acabar con los impuestos sobre la renta, «La Vanguardia-Dominical», 20 de agosto de 1989. páginas 16-22.
11El narcotráfico y la banca, «La Gaceta», 29 de diciembre de 1989.
12Miedo e hipocresía, «La Vanguardia», septiembre de 1989.
13El problema de la deuda, «La Vanguardia», septiembre de 1989.

Capítulo 6. La imparable abstracción. El poder del dinero. Índice. El poder del dinero. Capítulo 8. Impunidad y desorden. El poder del dinero.

Portada | ¿Quiénes somos? | Enlaces | Agenda | Actividades realizadas | Contacto