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Diseño ecológico. La bombilla que dura, y dura, y dura... Pero no se vende.

Ara.cat. Logotipo.Ara. Domingo, 28 de Julio de 2019.

Tendencias.

Diseño ecológico. La bombilla que dura, y dura, y dura... Pero no se vende.

Cada año se compran y se echan en todo el mundo 7.000 millones de bombillas, el equivalente a mil campos de fútbol llenos hasta arriba. El piloto y activista Benito Muros ha diseñado una que puede durar unos 80 años, pero no encuentra nadie que la quiera comercializar.

Tiempo estimado de lectura: 7 minutos.
Zahida Membrado.

Diseño ecológico. La bombilla que dura, y dura, y dura... Pero no se vende.
Diseño ecológico. La bombilla que dura, y dura, y dura... Pero no se vende.

La Unión Europea acaba de certificar la primera bombilla del mundo sin obsolescencia programada. Se trata de la bombilla Actúa Vida, obra del piloto y activista medioambiental Benito Muros. La bombilla fue diseñada en 2015 en Barcelona y tiene una vida útil de entre 80 y 100 años, frente al año y medio de media que duran las bombillas ordinarias. La luz con la esperanza de vida más larga del mundo tiene muchos adeptos entre los consumidores, pero también algunos detractores procedentes del lobby de la iluminación, que en el pasado iniciaron una campaña de difamación en las redes sociales para desacreditar el invento. Durante cuatro años, Benito Muros se ha dejado la piel para conseguir un sello oficial. Desde el año pasado, el ministerio de Industria español la certifica como la única bombilla sin obsolescencia programada. Ahora le faltan padrinos para impulsar la distribución en el mundo.

La obra de ingeniería que podría erradicar el consumo mundial de bombillas ha sido el acto de rebeldía más grande ejercido por Benito Muros desde que un día de Agosto del año 2000 se quedó petrificado ante la única bombilla del mundo que, después de un siglo, continúa haciendo luz.

Estaba de viaje en California cuando se enteró que en la ciudad de Livermore se  podía ver un fenómeno tecnológico épico, convertido con los años en atracción turística: la célebre bombilla incandescente que desde el año 1901 ilumina sin interrupción una estación de bomberos. Muros se la quedó mirando un buen rato. La luz tenue que desprendían los filamentos de tungsteno centenarios se le quedó grabada a la retina. Una vez en casa, repitió el ejercicio y quedó mirándose fijamente la bombilla de la cocina. La reflexión lógica le surgió inmediatamente: si a principios del siglo XX se había inventado una bombilla capaz de iluminar durante más de ciento años, ¿por qué en el siglo XXI las bombillas de consumo regular se funden con tanta facilidad?

De esta pregunta nació la determinación de denunciar la práctica de la industria de programar de forma deliberada el final de la vida útil de un producto para incrementar el consumo. Muros ejerce un firme activismo en contra de la obsolescencia programada desde la fundación que preside, FENISS, dedicada al desarrollo de la innovación sostenible. «Hace casi veinte años, cuando descubrí la bombilla de Livermore, no se hablaba, de la obsolescencia programada. No era un concepto conocido. Pero, actualmente, una parte importante de la sociedad entiende que el ritmo con que se consume en Occidente sólo nos puede llevar a la autodestrucción».

El activista deplora la praxis perversa de comprar-tirar-comprar, título del premiado documental del 2011 que denuncia como la obsolescencia programada está presente en casi todo lo que consumimos y genera un volumen de residuos titánico. «Estamos agotando las materias primas que necesitaremos para vivir en el futuro, y además estamos siendo víctimas de un robo con este sistema».

«No nos interesa. No incentiva el consumo, no es rentable», le dicen.

La actividad humana produce anualmente 35.000 millones de toneladas sólo en la Unión Europea. La cadena del consumo nos convierte en acumuladores de cosas, que en el 90% de los casos tiramos antes del año, ya sea porque se han estropeado, porque ya no nos son útiles o porque nos parece que han quedado antiguas. La publicidad se encarga de forma efectiva de convencernos de la necesidad de actualizar nuestras posesiones por versiones más actuales. «Es lo que se conoce como obsolescencia percibida. A pesar de que el producto funciona, sentimos la necesidad de cambiarlo por uno más nuevo», señala Benito Muros, que afirma que cada ciudadano en el mundo occidental se gasta a lo largo de su vida una media de entre 50.000 y 60.000 euros al comprar cosas que no tendría que volver a adquirir si no existiera la obsolescencia programada.

Estímulo para salir de la Gran Depresión.

Los orígenes de esta práctica los encontramos en la década de los años veinte en los Estados Unidos, cuando un grupo de fabricantes decidió reducir las horas de funcionamiento de las bombillas hasta 1.000 horas. De este modo se aseguraban un consumo vitalicio de bombillas. Esta medida se adoptó para estimular la economía en el contexto funesto de la Gran Depresión, pero en pocos años pasó de ser una práctica aislada del sector de la iluminación a una medida extendida a toda la industria, y forzó a los usuarios a entrar en una rueda de consumo sin freno.

Si hay un sector que no planifica la muerte prematura de los aparatos es el de la aviación. «No estaría mucho bien visto que un avión dejara de funcionar en pleno vuelo porque sus fabricantes han programado el final de su vida útil», apunta Muros, con ironía. Así, cuando el piloto se puso a trabajar con un grupo de ingenieros en el diseño de una bombilla «reparable, actualizable y que durara décadas», recurrió a materiales que conocía muy bien, utilizados en el mundo de la aeronáutica.

«El problema de las bombillas ordinarias no es el diodo emisor de luz (LED), sino los componentes electrónicos que acompañan el equipo de la bombilla y los materiales plásticos que utilizan, que impiden disipar el calor, cosa que reduce la durabilidad de estos componentes electrónicos hasta llegar a quemarlos. Nuestra bombilla está fabricada con aluminio puro, que sí que permite disipar el calentamiento e incrementar la durabilidad de forma sustancial».

Los componentes electrónicos de Actúa Vida tienen una vida útil de 100.000 horas, frente a las bombillas ordinarias (entre 1.000 y 3.000 horas). Si se enciende unas 4 o 5 horas al día, lo habitual en los países con sol, la bombilla puede durar entre 80 y 100 años. Si se mantiene encendida 24 horas, está fabricada para durar entre 12 y 14 años. Un dato a considerar si tenemos en cuenta que cada año se compran y se desechan en todo el mundo 7.000 millones de bombillas, el equivalente a mil campos de fútbol llenos hasta arriba.

Una amenaza para sus detractores.

Con todo, la bombilla eterna ha tenido que enfrentarse con no pocas trabas. La primera que uno se pregunta al conocer la existencia de esta luz es por qué no la encontramos en todas las lineas de los supermercados y ferreterías. «Me he reunido con todas las firmas de gran consumo de este país y la respuesta siempre ha sido la misma: esta bombilla no incentiva el consumo», comenta Muros. «Una vez  hayamos vendido una, el cliente ya no repetirá, no nos interesa, no es rentable». Lo mismo ocurre con las entidades bancarias a las cuales se ha dirigido la empresa de Muros, Light & Life Technology, para conseguir financiación para fabricar a gran escala. «Las grandes empresas de iluminación y todos los lobbies interesados en hacer que la bombilla no prospere tienen cuentas en la banca. La misma banca que nos barra el paso».

El Cabildo del Hierro, en las Islas Canarias, es la única administración pública que ha sustituido la luminaria antigua por las bombillas Actúa Vida, consiguiendo un ahorro ingente para el bolsillo del consumidor. En Cataluña, el túnel de la Nou también cambió todas las bombillas, y de momento no se ha fundido ninguna. Así mismo, la compañía está a la espera de que otros organismos públicos se sumen a la iluminación sostenible sin obsolescencia programada.

La UE, por un consumo más sostenible.

La Unión Europea aprobó el 2015 la directiva Por un consumo más sostenible (o directiva 2014 / C 67/05 sobre Obsolescencia Programada), que prevé la duración de la vida de los productos industriales y la información al consumidor para recuperar la confianza y exhorta a los estados miembros a legislar a partir del año 2020 para que las empresas produzcan sus productos sin obsolescencia programada. No obliga a las empresas a dejar de programar el final de la vida útil de sus productos, pero al menos es un primer paso hacia una futura legislación comunitaria más estricta y más consciente sobre los perjuicios de esta práctica falta de toda ética para el medio ambiente.

La acreditación reciente de la Unión Europea certificando la excepcionalidad de la bombilla fabricada para durar y no para morir ha permitido a Benito Muros y a su equipo coger aliento para seguir luchando.

Enlace del artículo original en catalán:

https://www.ara.cat/suplements/diumenge/Disseny-ecologic-bombeta-dura-Pero_0_2278572127.html


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